Se trata de un tipo de poesía, cuyos autores son conocidos, que se recopiló en cancioneros, esto es, unas antologías en las que se recogía la obra de los poetas más importantes de la época.
Esta poesía se cultivó preferentemente en las cortes de los reinos hispánicos a lo
largo del siglo XV; de estas dos características, provienen las
denominaciones con que se conoce este tipo de lírica: "cancioneril o
cortesana".
Se han conservado bastantes cancioneros de este siglo y del
siguiente, pero los cuatro más importantes son:
La característica común de estos cancioneros, salvo el Musical de Palacio, es que, aunque aparecen distintos subgéneros líricos, todos ellos tienen unas reglas fijas, más o menos férreas, que el poeta está obligado a observar. Se trata de una poesía difícil por la temática y por la lengua empleada.
Por otro lado, el tipo de poesía de estos cancioneros no es unitaria, sino que se percibe una evolución en los gustos poéticos del siglo XV. Básicamente, puede resumirse esa evolución en cuatro subgéneros poéticos: las cantigas, los decires, la recopilación y glosa de villancicos y la poesía italianizante.
Las cantigas
son unas composiciones
relativamente cortas destinada a ser cantadas. Tanto desde el punto de
vista métrico y formal, como de la temática están sujetas a unas reglas
férreas. Así, los temas principales que desarrollan son el amor
cortés y las dedicadas a la Virgen, bajo la influencia de las que
escribió Alfonso X el Sabio. La temática amorosa se convierte en una
especie de catálogo de situaciones amorosas posibles, elogios
hiperbólicos, etc
Los decires son composiciones extensas, a menudo de carácter tanto narrativo como lírico y concebidas para la lectura. Las reglas que siguen, desde la métrica hasta la temática, son mucho más flexibles; de ahí que la temática sea mucho más variada: poesía de carácter narrativo o didáctico, composiciones alegóricas, poemas dialogados, etc.
La recopilación de villancicos se da en el Cancionero Musical de Palacio, en especial, pero bajo otras formas en los restantes. Se advierte con ello un creciente gusto por la poesía tradicional de tipo popular; este gusto conducirá a los poetas cortesanos a dos actividades poéticas distintas:
La poesía italianizante se denomina así por fundamentarse en el
verso
endecasílabo y el soneto, ambos de origen italiano, aunque intentando
adaptarlo a la lengua castellana. Una vez aclimatado este metro
constituirá una de
las corrientes poéticas más importantes del XVI y XVII.
Destacan en este terreno el Marqués de Santillana por sus Sonetos fechos al itálico modo y Micer Francisco Imperial.
Juan de Mena (1411-1456) fue considerado por sus contemporáneos y sucesores como el mejor poeta de su época. Letrado al servicio de Juan II de Castilla, cultivó la poesía amatoria y la alegoría moral (dezires). Su estilo se caracteriza por la abundante erudición y por el recargado lenguaje latinizante.
Laberinto
de Fortuna , también llamado Las trescientas,
es su obra más ambiciosa. La obra está escrita en coplas de arte mayor,
compuestas por estrofas de cuatro versos de doce sílabas, que tienen
una fuerte cesura, rima consonante y siguen un rígido esquema acentual.
Se trata de un extenso poema alegórico compuesto en 297 coplas de arte mayor, en las que su autor creó una nueva lengua poética, basada en el hipérbaton, la introducción de latinismos, la perífrasis y las alusiones clásicas y cuyo argumento es el siguiente: arrebatado el poeta por el carro de la diosa Belona, es transportado al palacio de la Fortuna. Guiado por la Providencia, penetra en la gran casa, donde contempla tres ruedas: dos inmóviles alegorizan el tiempo pasado y el porvenir, y otra en continuo movimiento, el tiempo presente. Cada rueda consta de siete círculos influidos por los siete planetas. En el primer círculo, el de la Luna, se encuentran los castos y los justos; en el de Mercurio, los consejeros prudentes; en el de Marte los guerreros, etc.
Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, fue uno de los nobles más poderosos de la primera mitad del siglo. Hombre de letras, reunió en su palacio de Guadalajara la mejor biblioteca de su tiempo. Su interés por la cultura le llevó a estar al tanto de las novedades literarias, haciendo traducir obras latinas e italianas al castellano.
El marqués de Santillana fue autor de varios poemas alegóricos de temática amorosa. Entre sus obras destacan la Comedieta de Ponza, poema de contenido poético y moral, y Bías contra Fortuna, una reflexión estoica sobre la vida. Son muy conocidas también sus serranillas, de inspiración popular.
Los Sonetos fechos al itálico modo -cuarenta y dos— son de temática
amorosa, religiosa o pastoril. Constituyen la primera manifestación de
la combinación métrica que el italiano Francesco Petrarca encumbró en
su “Cancionero” y Dante Alighieri en la “Vita Nuova”. El influjo de
este movimiento (el “stilnovismo”) en la literatura española fue
patente en las décadas posteriores.
Jorge Manrique fue un famoso poeta de Cancionero, con
poemas
extraordinarios, pero su fama viene dada sobre todo por una elegía
titulada Coplas a la muerte de su
padre el maese don Rodrigo (1476).
Este extenso poema está formado por 86 coplas de pie quebrado o estrofa manriqueña. En ellas ensalza la figura de su padre, a la vez que reflexiona sobre la vida, siempre vista en conexión con la muerte, a la que se acepta como algo ineludible.
La elegía (forma cullta) es
una composición poética en la que se lamenta la muerte de
alguien. Fue un subgénero muy cultivado durante la Edad Media; merece
destacar como ejemplo, el planto
(forma popular) por la muerte de la Trotaconventos en el Libro de Buen Amor.
En toda elegía deben aparecer tres elementos claves: consideraciones sobre la muerte, lamentos de los sobrevivientes y alabanzas al difunto.
Las Coplas suponen una síntesis de dos mundos ideológicos distintos: por un lado, el medieval que se está agotando y, por el otro, el renacentista que empieza a vislumbrarse.
Partiendo del concepto
medieval de la existencia, es decir, la vida como un tránsito para
llegar al más allá, lo cual comporta el menosprecio del mundo[1],
reflexiona sobre la inestabilidad de la fortuna que crea inseguridad en
el ser humano, la fugacidad de los bienes temporales y de la vida
misma, lo que conduce a su desaparición y el desengaño que hace
preguntarse: "¿ubi sunt?"
(¿dónde están?); y, finalmente, las
meditaciones en torno a la muerte (vista como un poder igualatorio), la
tristeza y el dolor.
Pero mientras vive, el hombre debe luchar por la gloria terrenal,
por llegar a ser un héroe, un gran capitán, como el poeta presenta a su
padre, comparándolo a los más famosos capitanes y emperadores de la
antigüedad, idea muy al gusto de los primeros renacentistas; en
definitiva, la idea de la fama
fundada en el esfuerzo personal es lo
único que vence al tiempo y da la única inmortalidad a la que el hombre
puede aspirar.
Así pues, para Manrique, como para los hombres del siglo XV, el hombre puede vivir tres vidas: la terrenal, la celestial y la de la "fama"; las dos últimas pueden compensarle de su lucha contra la muerte.
Las Coplas parten de una
reflexión general y abstracta sobre la
vida, la muerte y la fugacidad de las cosas materiales; se centran
luego en hechos y personajes históricos y, en especial, en la figura de
su padre. Así, pues, va de los general a lo particular, de lo abstracto
a lo concreto, de manera que puede establecerse tres partes:
[1] El menosprecio del mundo es un tema procedente del cristianismo, cuya formulación se da ya en el Eclesiastés: "Vanidad de vanidades y todo vanidad". A la larga, este tema se convertirá en un tópico que veremos ampliamente tratado en la literatura del Renacimiento y del Barroco, bajo la fórmula latina "Vanitas vanitatum".